Una dulce melodía
El vacío invadió mi existencia cuando las frías lágrimas corrieron
por mi rostro, las paredes de la celda se elevaban hasta el abismo del olvido,
todo en mi interior era arrastrado a la oscuridad de la nada, mis recuerdos,
mis sentimientos hasta mi nombre. A lo lejos de mi encierro se escuchaba una
dulce melodía que llegaba hasta mis oídos, en su mensaje escuchaba la voz de
una mujer que hablaba sobre los sueños y la esperanza, su pasión desgarraban
las tinieblas de mis ojos guiando mi alma fuera de aquel aislamiento,
elevándome sobre la tristeza a la inmensidad del universo, en mis adentros se
reproducían imágenes tranquilizadoras, como cuando las leves olas del mar
chocan en un atardecer sobre la arena, dejando tras la contemplación del horizonte
una inmensa paz interior. Las ondas sonoras de aquella melodía traspasaban los
muros del laberinto humano, se desprendían de la ciudad y volando con el viento
cabalgando a través del azul del cielo hasta llegar al retumbar de los pasillos
de aquella construcción abandonada en las colinas del silencio, donde yacía
atrapada mi humanidad.
La ventana
La resplandeciente luz de luna que alumbraba en lo alto de la
ventana, era como un faro que iluminaba en las noches de luna llena en los que
cada rincón de mi celda quedaban irradiados de su claridad, rodeada de tantas
estrellas sobre la inmensidad de la nada aquella luna parecía tan sola como yo,
para animar las interminables madrugadas dibujaba con mi imaginación entre el
marco de la ventana un rostro común como el rostro de cualquier persona que se
pudiera conseguir un caminante a lo largo de sus viajes, el estar encerrado se hacía más entretenía si
tenía a alguien inexistente con quien hablar, alguien humano que me trasmitiera
sus pensamientos. En mi soledad la ventana se transformaba en cualquier
persona, hombre, mujer, niño o anciano todos ellos eran uno que se expresaban
de distintas maneras, muchas veces dependiendo de mi estado de ánimo, las
presencias fantasmales que proyectaba en la ventana eran un portal que me decía
cada día, cada noche y cada segundo que estaba vivo, que la locura de imaginar
y plasmar sobre el umbral de la ventana personas inventadas me hacían ser
consciente de mi subconsciente.
Galimatías
Acostado en el rustico suelo de granito, fijé mi mirada sobre el
techo agrietado del cual salían algunas arañas y cucarachas, pensando sin parar
mi cubículo se inundó por completo de mis atormentadas maquinaciones que buscaban
atravesar las capas blindadas de mi memoria y rescatar desde las profundidades
del mar del olvido algún indicio que me despertara a la consciencia y le diera
clarividencia a mis recuerdos para armar el rompecabezas de imágenes
fragmentadas que iban y venían en mis adentros, por más que sacudía mi cerebro
no podía recordar porque estaba preso en esta celda o de que era culpable, de
las tinieblas de mis alucinaciones surgía la pálida cara de una mujer que
lloraba acurrucada sobre sus piernas en un rincón de algo que parecía ser un
hospital, fugazmente la luz que alumbraba esa escena se apagaba y se volvía a
encender para mostrarme un paisaje cubierto de nubes grises que flotaban en
medio de una carretera la cual estaba rodeada por arboles y montañas.
Viaje astral
En un sueño sentí que mis pies se desprendían de la tierra atraídos
por una claridad que me iluminaba desde adentro del alma, mi ser se elevado más
allá de las ataduras mundanas, las nubes grises se despejaban del paisaje
nocturno y mi cuerpo era llevado hasta la infinita oscuridad del universo,
desde aquí se podía ver innumerables cantidades de estrellas que hacían de la
vía láctea un espectáculo de estelas y colores, los planetas eran tan pequeños
como granos de arena, todas las galaxias giraban alrededor de un umbral,
del cual salía la luz que me impulsaba hasta el núcleo de la vida. Como guía de
mi vuelo astral nacía desde el planeta tierra una aurora que me mostraba el
camino hacia el centro del cosmos, mientras recorría las infinitas
profundidades del inconsciente los planetas cantaban como un coro de ángeles,
cada uno transmitía un sonido distinto, agradable que sintonizaba con los
rincones ocultos de mis mascaras terrenales, donde se ocultaban los monstruos de
mi existencia carnal.
Revelaciones
Después de tanto tiempo perdido en el encierro de mis pensamientos
se abre frente a mis espejismos, como la luz del alba que acaricia el frío de
la madrugada, la consciencia de mi aprisionada existencia. Flotando entre los
barrotes de la ventana la claridad del sol alumbra cada rincón de las paredes
que me atrapan, agrietando los ladrillos que sucumben ante las revelaciones de
mi espíritu, las máscaras de mis miedos se caen transformado mi ser en el vacío
creador que convierte lo efímero de una vida en la eternidad del alma, para
liberarme del ego que encierra la esencia de la totalidad en las formas
materiales de la carne y los huesos. Dejándome llevar por el sol
resplandeciente rompo las cadenas para descubrir que soy parte de la nada y del
todo, de las estrellas y el cosmos, de la piedra inmóvil y del viento veloz, para
entender que entre mis sueños y la realidad no existen barreras que en la sincronización
de las acciones y las ideas se enciende una chispa de razonamiento donde nace
una nueva consciencia para destruir lo que hemos sido y moldear nuestas experiencias en la metamorfosis de las
sombras hacía la evolución donde se desnudan los sentimientos y nos entregamos
sin miedo a la luz que llevamos dentro.
J. Aurora
No hay comentarios:
Publicar un comentario