Toda gran historia relata la vida de un gran personaje, para mi crecimiento esta es una gran historia, de esas que se leen y llegan al sentimiento mas intimo del lector, donde más allá del dolor esta el deseo de vivir. Pero aquí no hay un gran personaje, porque el protagonista soy yo, que escribo desde mi alma y leo el alma de la humanidad, yo que no soy alto, ni tampoco tengo los ojos azules, ni mucho menos un cuerpo esbelto. Mi vida no es la gran cosa, vivo en una cárcel, soñando desde mis barrotes volar como las gaviotas por el firmamento y perderme en la profundidad de los besos de mi amada, para renacer en sus caricias como el niño que llega a la vida a través del vientre de una mujer.
Aquí adentro solo hay vacío y soledad, pero mas que el encierro de cuatro paredes estoy yo.
Encontrándome conmigo mismo en cada hoja blanca que escribo a luz de la mañana, plasmando entre lineas el amor, los anhelos y la nostalgia que le dan esperanza a mi corazón, cada día voy contando en cada trozo de papel, mil experiencias de sentimientos encontrados en las tinieblas de esta prisión.
Siendo sincero, nadie en la vida sabe definir sus sentimientos, simplemente somos un montón de hipócritas que no saben llegar hasta el fondo de su propia verdad, y para no caer en cuenta de que estamos usando mil mascaras delante de los demás, nos engañamos a nosotros mimos. En estas eternas horas de aislamiento comprendo que la solución mas simple a esta complejidad, es valorarnos a nosotros mismos, pero sin caer en el egocentrismo. Porque cada hombre y mujer puede sobrevivir a sus pecados, pero a lo único que no pueden sobrevivir es al vacío y la soledad.
La evocación de tantos recuerdos y momentos me hizo llorar, pero dentro de mi no me sentía desolado, todo lo contrario, me sentía mas libre que las aves que pasan por los barrotes atravesando las nubes y perdiéndose en las montañas del horizonte. Por primer vez me sentía sincero de mis pecados, sanando mi espíritu, con ganas de jurarle amor eterno a las personas que siempre me han esperado de tras de estos muros, apoyándome con cada hoja blanca que me envían en cartas, para que escriba de nuevo la historia de mi vida.
JuanMorillo 18/12/2009
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